La mayoría del calcio absorbido termina en los huesos y los dientes, el exceso suele ser disuelto en el torrente sanguíneo para ser excretado en la orina. Cuando el calcio se acumula en el tejido corporal, haciendo que dicho tejido se endurezca, se produce una calcificación. Las calcificaciones pueden ser causadas por niveles elevados de calcio en la sangre como consecuencia de una mala alimentación o por la presencia de un trastorno metabólico en el cual se compromete la capacidad del cuerpo para usar o regular el nivel de calcio.
También puede ser respuesta de protección del cuerpo a las lesiones, infecciones, traumatismos o trastornos autoinmunes.
La preocupación por la salud de nuestros huesos lleva en ocasiones al abuso de los lácteos, suplementos o alimentos enriquecidos en calcio. Esto no quiere decir que debamos dejar de consumir lácteos, un aporte de 2-4 raciones al día será suficiente (1 ración= 1vaso de leche=2 yogures).
Según la zona del cuerpo en la que se acumule el calcio pueden producir distintas patologías: -Depósitos de calcio en las articulaciones, produciendo dolor articular y disminución de la capacidad para mover la articulación (artritis). -Acumulación de calcio en las arterias, asociado a procesos de hipertensión y otras disfunciones cardiovasculares. -Depósitos de calcio en el cerebro, pudiendo producir senilidad. -Formación de calcio en los riñones, dando lugar a la formación de piedras.
Los estudios han demostrado la eficiencia del magnesio no solo para disminuir la producción de calcificaciones, sino también para revertir el proceso. Además colabora en una mejor absorción del calcio en huesos y dientes.
No debemos por ello comenzar a consumir suplementos de magnesio, en la mayoría de los casos valdrá con incorporar a nuestra alimentación habitual alimentos que lo contengan como: -Marisco -Pescados azules -Legumbres -Cereales integrales -Verduras y hortalizas, sobretodo las de hoja verde -Frutos secos -Otros: higo, aguacate, kiwi, plátano, patata